LA SEDA EN LYON
Lyon es conocida como la capital mundial de la seda desde el siglo XVI, cuando el rey Francisco I otorgó el monopolio sobre la producción de seda a la ciudad.
La necesidad de mano de obra hizo que miles de obreros llegaran a Lyon. Estos trabajadores, conocidos como canuts, no solo ayudaron a que la industria textil prosperase, sino que también influyeron en la historia y la cultura de la ciudad. Muchos de ellos vivían y trabajaban en la Croix-Rousse, en casas que se edificaron especialmente para ellos, con altos techos para que cupieran los telares.
Los canuts tenían unas condiciones laborales muy precarias. Además, los salarios no eran estables, sino que dependían directamente del precio de la seda, que variaba según la situación económica general.
En 1831 se redujo fuertemente la demanda de seda, lo que hizo caer en picado los sueldos hasta extremos nunca antes vistos. Los trabajadores, que se habían agrupado en sociedades, reclamaron que se estableciera un precio mínimo de venta de la seda que evitara estas situaciones.
Aunque en un principio
llegaron a un acuerdo con algunos empresarios y establecieron una tasa fija, gracias a la mediación del gobierno local, otros fabricantes consideraron que las autoridades habían actuado contra el principio legal de no intervención económica del Estado y se negaron a aplicarla.
Además, prohibieron los gremios de trabajadores y el derecho de huelga.
Ese mismo año se produjo la primera revuelta de canuts, que se cobró cientos de víctimas y que llevó a la ocupación de la ciudad, a la toma de los cuarteles y al saqueo del arsenal por los trabajadores. El levantamiento fue finalmente reprimido y la tasa fija abolida.
Para evitar nuevos incidentes, el Gobierno decidió construir una fortificación que separara la Croix-Rousse, que era entonces un municipio independiente, de Lyon.
A finales de 1833 las condiciones habían mejorado mucho y los salarios eran muy buenos. Los empresarios comenzaron a pensar que eran demasiado elevados e intentaron bajarlos de nuevo. Esto llevó, ya en 1834, a nuevas protestas y huelgas, que fueron rápidamente frenadas y sus líderes puestos a disposición de la justicia.
El juicio de los trabajadores coincidió con una situación política delicada, ya que se pretendía aprobar una ley que aumentaría la represión de los grupos políticos afines a los canuts. Por ello, miles de obreros se echaron a la calle para protestar.
El ejército tomó la ciudad y disparó contra la multitud desarmada. Los trabajadores volvieron a saquear el arsenal, como ya habían hecho en 1831, y se enfrentaron a los militares. Durante una semana, que más tarde se conocería como la Semana Sangrienta, se sucedieron los enfrentamientos, que causaron numerosas bajas entre los canuts. Finalmente la revuelta fue controlada y cerca de 10.000 personas juzgadas por estos hechos.
En 1848 hubo una tercera revuelta, a la que históricamente no se le ha dado tanta importancia como a las dos primeras.
Estas tres revueltas de canuts fueron el germen de los movimientos obreros de reivindicación de los derechos laborales y sociales.
En los últimos años del siglo XIX la producción manual desapareció casi por completo y ya en el siglo XX los nuevos tejidos sintéticos relegaron el uso de la seda a la elaboración de artículos de lujo.
Si quieres conocer de primera mano cómo vivían los canuts y saber algo más de la elaboración de los tejidos de seda, la asociación Soierie Vivante organiza visitas guiadas a dos talleres reales.
Otro lugar que no te puedes perder es el Museo de los Tejidos, donde se guarda una colección de tejidos de todos los tiempos en la que no faltan los elaborados
en seda en Lyon.